Y en las heladas noches, el lobo estepario, ha encontrado una razón para
vivir. No le importa caminar bajo las nieves del invierno, su corazón ya no
siente frío. No le importaba la soledad, hasta que encontró el calor del corazón
que, solitario también, vagaba en busca de otros inviernos, otras nieves, otros
glaciares y por qué no, otro corazón.
Que la soledad y el frío de vuestos
corazones encuentre el calor justo y necesario para mirar la vida con ojos
de serenidad, ojos de solidaridad, ojos de paz. Ojos de Navidad.